Como también nosotros perdonamos a nuestros deudores

Vivimos en una sociedad hipócrita y en cierto modo asquerosa. Resulta que en Estados Unidos y en toda Europa, a los bancos los hemos salvado entre todos. Si existen, es porque les hemos arreglado la vida. Han sido los Estados los que han hecho posible que los bancos y sus empleados sigan ahí y no entren en concurso de acreedores. En España, el FROB ha desembolsado 41.234 millones de euros para salvar entidades. Pues bien, resulta que esas mismas entidades de crédito, y aún las que no han sido salvadas por el Estado, se han dedicado a sanear sus balances quitándose morosidad de encima a base de provisionarla y venderla. El efecto que se produce es que las personas físicas pierden sus viviendas, se quedan sin trabajo y se les reclama lo poco que aún deben, sin remisión. Me parece que los mismos Estados que han salvado a los bancos deberían exigir a los bancos que perdonen sus deudas, porque de otro modo están excluyendo a cientos de miles de ciudadanos de la vida social, poniéndoles además en serio riesgo de incumplimiento de sus deberes ordinarios, al borde de la delincuencia. Recuerda mucho esta situación a la del Evangelio, al deudor que pidió remisión por miles de millones y no fue capaz de perdonar una miserable cantidad a los que a él le debían. No soy profeta, pero me temo que, si Dios contempla esta situación como yo lo hago, pronto los bancos tendrán aún una crisis mayor. Por razones morales. Que son las más graves. Los bancos deben iniciar motu propio políticas de remisión absoluta de deudas a personas físicas. Si no lo hacen, ellos mismos sucumbirán. Y si no, al tiempo. Ya no hay dinero para salvar más bancos. 


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