En su día, propuse en Expansión la pura y simple supresión del impuesto sobre sociedades. Naturalmente, los inspectores de hacienda, asesores fiscales, técnicos comerciales del Estado y demás miembros del «establishment» económico estuvieron en contra, porque se quedaban sin trabajo: se iban a pasar la vida comprobando gastos deducibles y perderían su condición de «apparatchik». Así que todo el mundo estuvo en contra. Lo malo es que esto de viajar ayuda mucho y ahora resulta que hay más de 30 países que han aprobado con éxito el «flat tax» (tipo único) y les va muy bien: se han recuperado económicamente. Todo lo contrario que España). Así que recomiendo la lectura de la entrevista a Dan Mitchell, partidario de la supresión del impuesto sobre sociedades como mecanismo de reducción de gasto. Naturalmente, no espero que Rajoy cambie nada. Ni en esto, ni en nada. Porque si cambiara algo, dejaría de ser lo que es: el epígono de la transición, albacea de los privilegios de la clase política, cuyo principal enemigo es el cambio. Aunque sea para mejor. Porque para los políticos el arrojo y el liderazgo es cosa que nada tiene que ver con el bienestar. Se trata de seguir ahí aunque para eso haya que lastrar con impuestos las actividades económicas.