Mi gran amigo Mariano Guindal hoy me cita. En La Vanguardia. Es doble honor para mí, porque yo no soy nadie. No me lo esperaba. Se lo agradezco. Lean lo que él dice, que es lo importante, haciendo click en el vínculo que he dejado arriba. Cuando lo hayan leído, atiendan a esto:
Mis ideas sobre la globalización son bastante prestadas. Las he leído previamente, claro que referidas a 2007, en el libro de 2016 del que es autor el periodista del New York Times Thomas Friedman, titulado Gracias por llegar tarde, que comenta 2007, el año de la crisis financiera, como un año muy positivo para la tecnología. Es un libro que compré en edición de bolsillo el 17 de junio de 2020, por recomendación telemática vía YouTube de Alex Berezowsky, al que no conozco y al que nunca hubiera escuchado de no ser por la pandemia.
El libro de Friedman es fabuloso y lo recomiendo. Lo leí saboreando cada episodio (lo que no suelo hacer) y lo acabé el 15 de noviembre de 2020, annus pandemiae. El subtítulo es ilustrativo y no está traducido al español. Dice: “una guía optimista para progresar en la era de las aceleraciones”. Está sobre mi mesa para recordarme que 2007 no fue un mal año sino un año fenomenal. Un año de limpieza. Yo no estaba sucio, así que sobreviví. Luego lo compré en Kindle para llevarlo encima.
Eso es lo que ha pasado en 2020. Que los cambios se han acelerado aún más. Parecía imposible pero no lo era. Es literalmente lo que dice Friedman. Si en 2015 un bloggero hacía la competencia al New York Times pero poca audiencia, hoy quien tiene un problema de credibilidad partidista es el New York Times.
En efecto, a mi me ha ido bien. He tenido buena suerte. O sea, Dios me ha bendecido. Como todos los años. Como siempre. Pero más. Me han operado los dos ojos. Antes no veía bien. No podía trabajar. Tenía 6 pares de gafas. Ahora veo como nunca. Como un niño. Con una tecnología que en 2018 no existía. Mis hijos son mejores que nunca. Carmen y yo nos queremos cada día más. He echado de menos a diario la Eucaristía, que antes daba por supuesta. He rezado como nunca.
Toda mi familia ha sido MUY productiva. Carmen ha convertido Romana Editorial en otra cosa. Ha seguido publicando libros, y, sin ser periodista ni viajar, ha conseguido la única entrevista que ha concedido el Romano Pontífice durante la pandemia.
Yo he ampliado Coello de Portugal Abogados hasta convertirlo, sin exageración, en el mejor despacho on line de abogados que hay en España. Ha sido posible gracias a la pandemia. Y sigo aprendiendo. Porque lo he hecho yo personalmente, con mis manitas, y no sólo me he divertido mucho, sino que algún día será un paradigma de lo que hay que hacer. Sigo trabajando en ello porque tengo todavía más ideas.
Ahora mi problema es que no doy abasto. Pero les aseguro que mi productividad es brutal. Tengo actualmente más de 7 blogs y 4 redes sociales que interactúan solas. Es verdad que ha empeorado mi judo (no se puede hacer más que tandoku renshu, o sea, entrenar solo, y eso no funciona). Pero ha mejorado mi tai otoshi (según dice el muñeco que tengo abajo) y sigo haciendo otros deportes.
El mundo ha cambiado hacia un paradigma de productividad. Hace unos meses nadie sabía qué era una videoconferencia y era un chuleta si proponía celebrar una. Hoy todo el mundo se ha dado cuenta de cuánto tiempo ha perdido en reuniones y comilonas a lo largo de su vida, y tiene Zoom, Edge, Skype, Hangouts y Cisco para hablar con otros.
La riqueza ha cambiado de manos. La bolsa bajó de inmediato y luego subió… quien tenía que subir. Las tecnológicas. ¿Por qué? Porque es donde está la nueva productividad. La facturación futura. Cambió también la riqueza de los Estados.
Ahora los Estados ricos son los que tienen tecnológicas alojadas. India, Estonia, Irlanda, China, Singapur y en general los mercados de valores en los que se concentran nuevas acciones revalorizan a sus Estados tenedores.
También la inversión ha cambiado. Se ha ganado más y en menos tiempo con capital riesgo invertido en tecnología sobresaliente, por ejemplo plugins de WordPress, que en ningún otro sector.
Claro, el petróleo se ha hundido. Lo ha matado la videoconferencia, no el coche eléctrico. Schumpeterismo puro.
La única industria que ha caído y no debió caer son las aerolíneas. Hay que salvarlas a toda costa. Porque no son negocios sino infraestructuras. Son infraestructuras invisibles, tan importantes como las carreteras, un bien colectivo y fundamento de toda productividad futura. Hemos llegado a exigir que los aviones vuelen durante los huracanes. Recuerden a Meryl Streep en The Devil Wears Prada.
Los Estados han demostrado que no son la respuesta. Sólo han hecho esto: ejercitar el poder. Pero ¿dónde está el liderazgo para una educación del siglo XXI? ¿En la ley Celaá? Otro fracaso, no sólo ideológico, sino profesional, de una educación obsoleta para el siglo XXI. Otro engaño para los menos pudientes. Los Colegios Privados serán cada día más distintos de la escuela. Las relaciones humanas (de qué barrio eres, quién es tu papá, que ropa usas, cuál es tu acento) serán más importantes que los títulos. Porque el futuro está en la globalización, no en las comunidades autónomas. La educación hace mucho tiempo que cambió en cantidad y calidad. La gratuita academia Khan es la verdadera máquina de la igualdad. ¿Y por qué? Porque es gratis pero… para pasar, no de curso sino de lección hay que sacar un 10. Para mi vale más un título en esa Academia que en la Universidad de Harvard.
Me gustaría hablar también de las elecciones de noviembre en los Estados Unidos, pero son un tema en sí mismo y lo dejaré para más adelante.
Los juzgados son el paradigma de la ineficiencia y eso es lo único que me ha ido mal. Es mucho, pero por suerte es lo único. Sobre todo, no es culpa mía. Yo vivo de las comisiones de éxito. De ganar pleitos para otros. Cobro muy poco por el servicio y una comisión de lo que se gana. Pero si el juzgado se para (si la fábrica de la justicia se para) no entra dinero en mi caja. Los juzgados, desde el Tribunal Constitucional hasta los de instrucción pasando por los juzgados de lo social, han demostrado un olímpico desprecio por los justiciables. Y con su altanería se han condenado porque ya nadie acude a ellos. El nuevo derecho es el que te suministre la tecnología. Lo demás es demasiado lento para un mundo basado en la productividad globalizada. También esto lo aprendí de un Youtuber, también durante la pandemia. De Jaime Altozano, que ha teorizado mejor que nadie el Copyright en Youtube. Así es el derecho del futuro. La tecnología dirimirá quién tiene el Copyright. Los jueces llegarán 10 años tarde.
Y sobre todo, ha sido el año de este video. Que grabé el día de la Santísima Trinidad.
Muchas gracias Mariano, por haberme ayudado a hacer estas reflexiones.