Como todo el mundo sabe, para comprarse una casa hace falta crédito. Son muy pocos los que compran una casa con sus ahorros.
El uso del crédito para comprar vivienda es bueno para todos, no sólo para el comprador, o para el banco. También es bueno para el constructor, para el promotor y para las autoridades públicas, porque cobran impuestos por operación. Luego la vivienda se paga poco a poco.
Pero para que el milagro del crédito se produzca es necesario que el sistema funcione correctamente. O sea, que si alguien recibe un crédito, luego lo devuelva. Si no lo devuelve, aunque sea por razones políticas, el sistema se distorsiona y lo que hacen las entidades financieras es que dejan de dar crédito.
En el año pasado las entidades de crédito tuvieron un mal año, y -por ejemplo- el Banco de Santander perdió 8.771 millones de euros. Lo que es bastante significativo de la situación.
Esas perdidas generalizadas de las entidades de crédito no se deben sólo a una mala gestión, sino sobre todo al socialismo, que impuso condiciones imposibles de cumplir durante una situación de pandemia que requería medidas de estímulo y no de presión sobre las entidades de crédito.
El efecto que han producido las medidas «sociales» ha sido que en el corto plazo el PSOE y Podemos han ganado votos, pero han dejado sin crédito a sus votantes. Porque mañana las entidades de crédito, sólo por la moratoria que acaba de imponer el Gobierno, dejarán de ingresar otros 5.000 millones de euros.
Como ustedes comprenderán el primer efecto de la medida va a ser que los Bancos van a dejar de dar crédito a los que puedan acogerse a este tipo de medidas. Porque luego no van a devolver lo que se les ha prestado. Con ayuda del Gobierno, que profesa la religión socialista.
Y así los beneficiados por la Iglesia socialista y sus «ayudas socialiales», serán cada vez más pobres gracias al Gobierno. Porque no sólo no tienen dinero propio, sino que tampoco tendrán crédito. No podrán contar con el dinero ajeno para salir adelante.
Una vez más, la religión el socialista se convierte en el peor enemigo de sus fieles votantes. La envidia institucionalizada, llamada socialismo, no genera riqueza y causa pobreza. El diablo socialista gana elecciones al tiempo que empobrece el país. Nada más adecuado a su pecaminoso maldad que la revolución desde arriba. La codicia institucionalizada, instrumentada a través del presupuesto. La falsa religión del diablo socialista se come a sus propios fieles. Allá ellos si le siguen votando.