El demonio socialista se ha inculturado hasta tal punto en nuestras sociedades que ya todo el mundo da por supuesto que sea él quien mandé en todo. Pero, como todo diablillo, puede ser pisoteado.
Cuando los mejores equipos de Europa, hartos de que el Leganés y la Real Sociedad les lesionen jugadores, o de árbitros de pueblo, han decidido capitalizar lo que es suyo y crear, como ya sucede en el baloncesto, la liga de los mejores. En la que, como en los buenos clubes, sólo se puede entrar con invitación.
El socialismo todo, el igualitarismo, el «todos jugamos igual de bien», ha salido a la calle a protestar, movido por la envidia. El Cádiz y el Rayo Vallecano siguen creyendo que podrán ser, algún día, campeones de Europa, y que tienen derecho a cobrar un peaje al Real Madrid y al Barcelona, que consiste en que pasen por su estadio para que sus cuatro socios vean en persona como sus jugadores dan patadas a millonarios en pantalón corto.
Lo cierto es que para mantener las infraestructuras de los grandes equipos hacen falta grandes presupuestos, y de eso ni el Osasuna ni el Huelva saben nada. Lo que quieren los pequeños es ampararse en que el fútbol es «cosa social» y que su esencia está en la colectividad y no en el elitismo.
Lo cierto es que tal cosa no es así, porque la gente es libre de organizar sus juegos con quien le dé la gana. Sobre todo si va a quebrar. Las políticas socialistas creen que su demonio es más rico de lo que realmente es, y que tiene fondos sin fin. Pero no es así. El Estado socialista no puede pagar el fútbol. De hecho, no lo paga. Sólo lo expropia, por medio de las federaciones.
Así que cuando, para salvar sus cuentas de pérdidas y ganancias, los equipos grandes se organizar en un verdadero espectáculo, el Estado se tiene que aguantar. Es la gente, el espectador, el que paga el fútbol. Y el que paga manda. La gente en Qatar se va a ver la televisión cuando juega el Atlético de Madrid, no cuando juega el Atlético de Bilbao, aunque la camiseta sea muy parecida.
La euroliga es una necesidad financiera y será realidad más pronto que tarde. El socialismo igualitario se tendrá UE aguantar. Existen diferencias sociales, y existen diferencias deportivas. Quieran o no, Messi juega mejor que cualquiera. Por mucho que el tipo sea del Barcelona y a mí me cueste reconocerlo, el demonio socialista cuando va al fútbol se tiene que aguantar. No le aceptan en el palco, porque no lleva corbata. Todavía hay clases. Y siempre las habrá. Sobre todo en el infierno.