Dies irae dies illa

«No hay duda a la hora de distinguir entre impío y pecador. La misma naturaleza del sentido común muestra que también son impíos quienes rehúsan buscar el conocimiento de Dios, quienes con una actitud hostil a la religión se imaginan que no hay ningún Creador del mundo, quienes pretenden que el mundo se ha constituido en su forma y belleza actuales gracias a movimientos del azar. Y, para no dejar a su Creador ninguna posibilidad de juzgar sobre la vida virtuosa o criminal que han llevado, pretenden haber nacido por necesidad natural y estar destinados a disolverse de nuevo por la misma necesidad.

San Hilario de Poitiers, TRATADO SOBRE LOS SALMOS, traducción Agustín López Kindler, Ciudad Nueva, 2019, página 67.

Son párrafos que parecen escritos ayer y que datan del siglo IV.

He perdido la cuenta de cuánta es la gente que conozco me ha dicho, cuando hablo con ellos sobre porque están sobre la tierra y cuál es su destino después de esta vida, que me ha dicho más o menos lo que San Hilario describe en el párrafo anterior. Que ellos son frutos de la caso y que detrás de su muerte no quedará nada más que sus cenizas porque no hay nada más allá.

Muchos de esos que me han hablado así son cristianos apóstatas, que han abandonado su fe. Y son descritos por San Hilario como impíos, es decir, como gentes que han rechazado el amor a su padre. Pues, para un romano, como era San Hilario, la impiedad consiste en no amar al propio padre. En no cumplir el cuarto mandamiento.

Como para los cristianos Dios Padre es Padre, por medio de la inserción nuestra en Jesucristo, que se recibe por medio del bautismo, abandonar a Dios padre, o decir que no tiene nada que ver con nuestra vida, es impiedad. No solo pecado. Impiedad.

La cuestión no es nueva. Está también en San Pablo. Es el Espíritu Santo mismo el que habla por su boca en la carta a los Romanos. Toda persona puede conocer que el mundo ha sido creado:

18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;

19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.

20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.

Epístola a los Romanos, I, 17-20.

Y por eso todo el que tiene un mínimo de entendimiento, o sea, todo el mundo, al darse cuenta de que él es creado, y de que el mundo es creado, tiene obligación de glorificar a Dios:

21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.

Epístola a los Romanos, I, 17-32.

Todos estos listos que niegan a Dios con teorías, que se creen sabios y superinteligentes porque creen en la evolución o en el acaso, resultan ser tontos de capirote:

22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,

23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

Epístola a los Romanos, I, 17-32.

Acaban como adoradores de ranas en proceso de extinción, salvadores de leones en peligro, protectores de atunes en el Índico, cuidadores de ballenas, amantes del CO2, vigilantes de la capa de ozono, listillos que viven de subvenciones públicas orientadas a evitar el calentamiento global. Pero no de su fe en y de su Dios. Han cambiado al Dios verdadero por una multitud de bichitos más o menos escasos que por lo visto viven ahora con más calor que antes. Pero viven también abandonados a sus pasiones. Como dice, una vez más, el Espíritu Santo, por boca de San Pablo, qué describe los valores de nuestra civilización actual:

24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,

25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.

26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,

27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.

28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen;

29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;

30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,

31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;

32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.

Epístola a los Romanos, I, 17-32.

San Pablo, y el Espíritu Santo, no hacen esta descripción para divertirse, sino para la conversión. La conversión de siempre y la conversión permanente.

Corresponde a los cristianos que vivimos en esta época a recordar a los que han abandonado la fe, y a los que nunca la tuvieron, que serán juzgados severamente por Dios nuestro Señor y que no tienen derecho a abandonarle.

Que responderán si abandonan la fe única verdadera, qué es la fe cristiana.

Jesucristo es la fuente de toda sabiduría y la única sabiduría. Es de allí de la que deriva la ecología. No es al revés. La creación hay que cuidarla porque viene de Dios. No porque Dios no exista. Lean al Papa Francisco en Laudato sì.

Al final, como dice san Hilario en el texto antes citado, la causa por la que no se reconoce la creación es porque no se quiere reconocer el propio pecado. Vivir como a uno le da la gana y hacer lo que uno le da la gana. No tener una moral.

Y ese es el problema. Que las pasiones una vez más nublan la inteligencia. Incluso ante lo evidente: que el mundo es creado. Creado por Dios.

Lo que tiene importantes consecuencias para la conducta ética de usted. No puede hacer lo que le dé la gana. Usted ha venido al mundo sujeto a un manual de instrucciones. Y si no lo respeta, allá usted. Será pecador y será juzgado.

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