Hay pocas cosas que aterroricen más al socialismo que la libertad de educación.
El socialismo necesita construir teorías que le permitan fabricar personas a la medida de su ideología. Para hacerlo, necesita la educación. Necesita indoctrinar.
Necesita construir a los niños desde pequeños en la educación laica y socialista.
Para eso tiene que controlarlos. Y para controlarlos tiene que arrancárselos a sus padres.
El truco que se les ha ocurrido es poner de moda otra vez los derechos fundamentales del menor.
Es evidente que el menor es persona. y, siendo persona, tiene derechos fundamentales. De lo que se trata, según los socialistas, es de prescindir de que el menor es menor. Así que desde que tiene 7 añitos, como tiene derechos fundamentales, se los arrancan a los padres y al chaval lo educa el Estado para que comprenda bien que cuando sea mayor tiene que ser un buen socialista.
No es una novedad. Este argumento es el que se utilizaba ya en la Rusia soviética.
La falacia es clara, porque el menor es menor. Y quién administra sus derechos fundamentales mientras es menor, son los padres.
El problema con la educación concertada no es solo la menor edad del niño. Es también la mayor edad del padre.
Los padres financian el Estado. Y por tanto ha de ser el Estado el que pague la educación que quieren los padres para sus hijos. Si el Estado sólo financia la educación que el Estado quiere para los hijos de los padres, se está quedando con sus hijos por una vía indirecta, que es negarles el dinero que necesitan para el legítimo uso de su libertad.
Por eso los defensores de la educación concertada deben salir a la calle. Porque les están robando. No solo dinero, sino a sus hijos.