Cualquiera que haya seguido con un mínimo de atención la evolución de la política europea, no sólo de la Unión sino de cada Estado, en materia de inmigración, se habrá encontrado con que la legislación interna ha pasado de ser muy dura con los inmigrantes, hasta el punto de exigirles incluso tener en el bolsillo una determinada cantidad de crédito o de dinero para poder entrar en el país, a convertirse en un coladero en el que cualquiera puede pasar las fronteras ilegalmente y luego quedarse con cualquier excusa, como como un empadronamiento okupa u otra cosa por el estilo.
Estas políticas se han expandido y se han convertido en corrección política, de tal modo que sostener que es necesario poner barreras a la inmigración, es un tabú. Los que no quieren tener tabú ético alguno, los imponen a los demás.
El efecto que se ha producido es que cuando alguien ha conseguido pasar la frontera, legal o ilegalmente, luego echarlo es muy difícil, cuando no imposible.
Es una forma de buenismo donde todo el mundo se cree mejor y que los políticos de izquierdas aprovechan para blanquear su conciencia socialista haciendo notar a todo el mundo lo buenistas que son, porque ayudan a los pobres de todo el mundo, no solo a los de su propio país, con el dinero de los demás, o sea, de los contribuyentes.
Estas políticas buenistas hacen que los inmigrantes ilegales tengan Seguridad Social gratis sin ser ciudadanos y obtengan muchas otras ventajas de las que se pueden aprovechar sin haber contribuido en absoluto, o incluso sin participar de sus reglas, porque ni siquiera las conocen.
Me dirán ustedes que esto es lo que hacen todos los socialistas, y yo estaré de acuerdo. Precisamente por eso los socialistas se convierten en buenistas que, para seguir ellos mismos chupando del bote sin aportar nada al bote, dicen que todo el mundo tiene derecho a chupar del bote, aunque acabe de llegar ilegalmente.
La irracionalidad de estas políticas contrasta con el cinismo permanezca la con que se subvenciona a los vecinos para que no dejen entrar a inmigrantes ilegales.
Los buenistas lo que hacen es, en vez de prohibir ellos la entrada, porque quedarían muy mal ante sus selectores, pagar a los vecinos para que no les dejen salir. O sea, en vez de poner controles en España, se paga a Marruecos o a Turquía para evitar que los inmigrantes lleguen a la Unión Europea ilegalmente. Es cinismo porque son los mismos que dicen que la migración debe ser libre y subvencionada.
Llama la atención que la Unión Europea, para blanquear su propia conciencia, utilice una forma de limitación de la inmigración ilegal que consiste en subvencionar a los países vecinos para que sean ellos los que impidan la entrada de sus ciudadanos y de otros ciudadanos de otros países en Europa. De esta manera Europa no prohíbe la entrada en su país, ya lo hacen otros, que son malos. Ellos son buenistas cínicos. Los políticos locales quedan bien, porque cuando alguien ya ha entrado se puede quedar y ya está. Pero al mismo tiempo pagan millones y millones de los contribuyentes para que los ciudadanos de cualesquiera países sean detenidos en las fronteras de Marruecos o de Turquía.
En mi opinión esto es una forma de cinismo coletivo. Lo que hay que hacer es coger los 500 millones que se acaban de destinar a Marruecos para que frene a los subsaharianos en su país y que les impida la entrada en España, y dedicarlos a la devolución de los ciudadanos que ya están aquí pero ilegalmente. Las leyes de inmigración hay que aplicarlas.
Las estructuras de pecado generan cinismo para justificar la propia culpa y acallar la propia conciencia.