Los laicistas dicen que no hay Dios. Que todo se acaba aquí. Que no hay otro mundo.
Pero mientras viven en esta tierra adoran a sus propios dioses. Por ejemplo el Dios del arte. Cuestiones que convierten en temas de conciencia.
Además imponen su religión a los demás. No importa lo que cada uno crea. Hay que creer lo que los laicistas creen. Hay que creer en sus dioses.
Y todos tenemos que pagar penitencias, no solo por nuestros pecados, sino también por los de nuestros padres.
Pecados que en otro momento no lo eran pero ahora por lo visto sí lo son.
Tenemos que arrepentirnos de algo que no hemos hecho, para restituir algo que es nuestro, que por lo visto en otro tiempo era de otro, y que tiene su legitimidad en un origen culpable no se sabe muy bien por qué, pero culpable porque lo dicen ellos.
De lo bueno que ha llevado consigo a la colonización y la civilización, no hay memoria. Todo lo que ha hecho Europa, y en particular España por ahí, es pecado.
Resulta ridículo como los laicistas crean una conciencia nueva sobre pecados antiguos de personas muertas, olvidándose de reconocer sus propios pecados, sus propias iniquidades.
Dejen de crear nuevos dioses cuando lo único que tiene que hacer es convertirse para reconocer que sólo hay un Dios y fundamento de toda moral.
Los laicistas salieron de nosotros, los discípulos de Jesucristo, pero no eran de los nuestros. Ahora buscan nuevos dioses entre los viejos demonios. Por ejemplo, egipcios.