No hay ninguna expresión mejor que la conocida actitud de Abundio, que vendió el coche para comprar gasolina, para describir lo que pretende el gobierno de Rajoy con el proyecto de ley de medidas fiscales de sostenibilidad energética. Esta nueva medida para la «sostenibilidad» es un eufemismo terminológico para escamotear el plan de Rajoy para solucionar el déficit de tarifa. Como es natural en un político que sirve al Pueblo, que es su Señor, el déficit no lo pagará quien ostenta la Soberanía, por mucho que haya sido el Pueblo quien ha consumido a precios de favor, sino que pagarán las empresas que utilizan la energía para producir bienes y servicios. Las industrias que necesitan energía para sobrevivir.
La solución parece el fruto maduro de la insensatez. Lo que propone el Gobierno a las Cortes Generales es que, para solucionar el déficit de tarifa, se destruya la industria productiva española. El proyecto implanta una medida que supondrá un coste de 1.500 millones de euros anuales para las empresas por el efecto combinado de la subida del mercado mayorista de electricidad, el nuevo impuesto a la cogeneración y el «céntimo verde» al gas industrial.
Se garantiza así que Hacienda recaudará pero la industria española perderá toda posibilidad de competir en los mercados internacionales, provocándose un proceso de deslocalización industrial y otro paralelo de desinversión, con un cierre de empresas más intensivo en generación de paro que el de la construcción: 4 millones de puestos de trabajo (directos e indirectos) a la basura. Como el paro actual es de 5,7 millones y es el 25% de la población activa, de lo que estamos hablando es de dejar el paro en el 45%. ¿No es eso de locos? Resulta alucinante que economistas que van por ahí de divos funcionarios no hayan estudiado en sus temas de oposición que sólo una industria fuerte y competitiva nos permitirá dejar atrás la crisis. Si se la cargan, tienen la revolución asegurada. Pero no la energética: la popular.
Hace falta estar mal de la cabeza para dar en 2010 a la banca, cuya producción real es ninguna, 87.154 millones de euros (el 99% de las ayudas públicas de 2010, lo que supone el 8,2% del PIB y 1.845 euros por contribuyente en datos de la CNC) y matar en cambio la industria productiva. Rajoy nos está llevando al abismo mucho más que Zapatero. Si es verdad que el déficit de tarifa es un problema que se ha venido generando a lo largo de muchos años, es mucho más cierto que Rajoy está siguiendo en todo políticas tan equivocadas como débiles. Nuestro coche anda porque la gasolina la paga el tejido industrial productivo, que es una parte fundamental e imprescindible del PIB. Si entre Soria y Rajoy se lo cargan, y van por el mejor camino por la vía de incremento de costes y aumento de impuestos, lo único que van a conseguir es un Estado lleno de registradores de la propiedad y técnicos comerciales del Estado -es decir, de funcionarios y pensionistas- pero sin empresarios que generen la actividad económica que paga el Estado de SU bienestar.
Sin industriales no hay ni empleo, ni recaudación, ni actividad económica. Quien necesita «sostenibilidad» son las industrias, no las eléctricas. Las compañías de generación eléctrica son las autoras de su propio daño. Si han consentido generar con un «déficit de tarifa» ha sido a su propio riesgo. Si la «sostenibilidad» del impuesto es un eufemismo, el déficit no es de «tarifa» sino de coraje para haber exigido en cada momento a los Gobiernos de turno el pago del precio de las cosas. Serán pérdidas no contabilizadas, pero no déficit de tarifa. Ha llegado la hora de dejar de ayudar a banca y a las eléctricas y a las demás empresas aliadas con el «establishment» y empezar a ayudar de una vez a quien de verdad produce: las industrias. Si el Estado no tiene para pagar a las eléctricas lo que les debe, la solución no es gravar a las demás industrias para solucionar un problema que ellas no han creado. No es justo que en España, a pesar de su ineficiencia, sólo salgan adelante las empresas que tienen una alianza con el Poder.
Sin industriales no hay ni empleo, ni recaudación, ni actividad económica. Quien necesita «sostenibilidad» son las industrias, no las eléctricas. Las compañías de generación eléctrica son las autoras de su propio daño. Si han consentido generar con un «déficit de tarifa» ha sido a su propio riesgo. Si la «sostenibilidad» del impuesto es un eufemismo, el déficit no es de «tarifa» sino de coraje para haber exigido en cada momento a los Gobiernos de turno el pago del precio de las cosas. Serán pérdidas no contabilizadas, pero no déficit de tarifa. Ha llegado la hora de dejar de ayudar a banca y a las eléctricas y a las demás empresas aliadas con el «establishment» y empezar a ayudar de una vez a quien de verdad produce: las industrias. Si el Estado no tiene para pagar a las eléctricas lo que les debe, la solución no es gravar a las demás industrias para solucionar un problema que ellas no han creado. No es justo que en España, a pesar de su ineficiencia, sólo salgan adelante las empresas que tienen una alianza con el Poder.