El que contamina ME paga

Hay una solución para el exceso de regulación de los supermercados: volver a la burra y al candil. Cuando yo era niño te pagaban unos céntimos por recoger los cascos y devolverlos al origen. Eran de cristal. Dejaron de fabricarse y empezó el plástico. Y ya no había que devolver nada. Muy fácil: si quieren que todos seamos devotos del ecologismo «amish», que vuelvan al granel. Cada uno va con el cántaro a la lechería para recoger directamente de la ubre de la vaca. O que impongan el uso de los envases de cristal y así volveremos a ver a chavales recogiendo cascos por la calle. Otra buena solución es que además la gente vaya en mula o en burra a la lechería, porque es mucho más ecológico y no contamina. Claro que el Ayuntamiento tendrá que instalar moto-cacas eléctricas para quitar las heces de los pavimentos. O mejor: que quiten los pavimentos y vuelvan a poner adoquines, porque así no hay que utilizar asfaltos contaminantes. El ecologismo es todo absurdo y, como se puede ver, contrario a cualquier forma de progreso. Al final, lo único que buscan es cobrar. El principio «el que contamina o paga» omite lo fundamental: «me paga a mí»: el que cobra es el ecologista. El principio correcto es «el que contamina ME paga«.

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