Desde Montesquieu hasta hoy, se habla, por inercia, de tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. El tiempo ha hecho que se hable también del «cuarto poder»: la Prensa. Y es verdad, la Prensa es fundamental en un Estado libre, como diagnosticó con indecible acierto Tocqueville. Pero los tiempos cambian y ha nacido el QUINTO PODER. La gente, todos, cualquiera, puede publicar, al menos por el momento, lo que quiera en la red. Por medio de los diversos sistemas que existen: Twitter, Blogs, LinkedIn, Facebook, y los que habrá y que no conozco. Los SMS y chats, WhatssApp y los teléfonos móviles, han creado un QUINTO PODER que ya ha hecho revoluciones pequeñas y grandes: desde las reuniones furtivas de bicicleteros en Madrid hasta las revoluciones populares islámicas en el Magreb, pasando por los movimientos que no conocemos en China. Creo que es hora de señalar que ha nacido el QUINTO PODER y que éste debe ser reconocido en las Constituciones de todo el mundo como parte integrante y esencial del derecho fundamental a la libertad de expresión de todos y cada uno de los ciudadanos. Sobre todo porque el QUINTO PODER es la mejor manera que conozco de poner en su sitio a políticos y periodistas. Ya está bien de que la opinión pública no coincida con la opinión publicada por causa de las presiones de los grupos de interés, y de que la Prensa y los Políticos sólo respeten a los Jueces, pero no a la gente. El QUINTO PODER es, en suma, el más importante. Porque la soberanía es del Pueblo, y éste se forma por la actuación agregada de todos y cada uno de sus ciudadanos. Los Políticos son subordinados del Pueblo, ya estén legislando en la Asamblea, gobernando en el Gabinete o enredando en la oposición. Los Periodistas son empleados de un empresario. Los Jueces son funcionarios. Pero ninguno es soberano. La soberanía es del Pueblo. Y el Pueblo, y su libertad de expresión, son lo primero, aunque lo llamemos el QUINTO PODER.