La economía agraria no es agraria. Es una economía de subvenciones. Hace décadas que, por causa de la PAC y por tanto de la Unión Europea, los agricultores ya no cultivan coles: cultivan subvenciones. El efecto que se produce es la falta de rentabilidad de las explotaciones, la pérdida de ingentes cantidades de dinero público en forma de subvenciones, la inexistencia de un verdadero mercado agroalimentario y el feudalismo fiscal. Porque la gente carece de libertad para decidir sobre su propia vida y organiza su existencia en función de las subvenciones que recibe. O sea: estamos ante una nueva forma de feudalismo, el socialismo del siglo XXI.
Viene siendo moneda común que los agricultores se quejen de sus condiciones de cultivo. No es de extrañar los agricultores y ganaderos, y también los pescadores, viven de las subvenciones. Salvo algunos escasos cultivos, como el ortofrutícola, los antiguos precios de intervención se han convertido en precios de subvención, y hace ya mucho tiempo que los agricultores se dedican al cultivo de subvenciones. Plantan girasol o soja, no porque tengan experiencia o les guste el girasol o necesiten de soja, sino porque la subvención de la soja es más alta que la del girasol. Así de fácil.
Este modo de proceder se ha convertido en moneda común, y los agricultores jóvenes creen que es como funciona el sistema. El socialismo subvencionante europeo ha convertido a los agricultores en jardineros, que plantan lo que el señorito les dice que este año le gusta para su jardín.
Con esta actitud sumisa e indolente lo único que han conseguido es perder su libertad. Habiendo perdido su libertad económica, ya no tienen libertad personal, y ni siquiera la tienen de residencia. Viven donde les dicen que tienen que vivir.
Los políticos socialistas han esclavizado al hombre. La cuestión es sencilla: de la misma manera que los animales van allí donde está el alimento, todos los hombres van donde está el dinero. En el campo el dinero no está en los mercados: está en las subvenciones. Así que los feudalistas de Bruselas esclavizan a los agricultores de toda Europa, haciéndoles cultivar lo que ellos les parece y controlando su libertad.
Luego los socialistas se quejan de los antiguos señores de los cortijos. Los nuevos señores de los cortijos son los socialistas europeos.