El «quantitative easing«, pensado para solucionar los problemas del Estado por su negligencia a la hora de supervisar a las entidades de crédito cuando en la década de 2000 dieron dinero sin ton ni son para financiación de actividades inmobiliarias sin sentido, tenía por objetivo fundamental, no salvar a la banca, sino salvar el Estado socialista.
La banca fue objeto de reordenación completa, las cajas de ahorros se suprimieron, se metieron en balances públicos los activos llamados tóxicos, y se salvó a los plutócratas, que quedaron sin la más mínima responsabilidad personal, porque, según la opinión común, eran demasiado grandes para caer. La realidad es que el primero que debía haber sido encausado era el gobernador del Banco de España, y era mucho mejor dejar a todo el mundo fuera del saco que crear un saco enorme en el que al final todo se habría diluido. Los políticos no sabían cuántos iban a caer, ni se iban a caer ellos mismos, por lo que prefirieron dejarlo.
Fue menos frecuente la opinión, que me parece la única acertada, de que el Estado socialista, para seguir alimentándose, necesitaba de los bancos, porque de otra forma el presupuesto público no habría aguantado y lo que habría caído sería el socialismo, que tantos años les había costado implantar aunque fuera un sin sentido financiero basado en deuda pública, no en rentabilidad de activos en funcionamiento que paguen con impuestos el coste social de las brutales transferencias de rentas impuestas por los socialistas de modo coactivo. La crisis de las «subprime» fue uno de los más grandes problemas que el socialismo ha tenido desde que existe. Los socialistas estaban muy preocupados y así lo manifestaban en sus hojas parroquiales.
Claro, con el tiempo llegan los problemas. Los créditos hay que pagarlos punto y si el crédito consiste en poner al mes en el mercado 60.000 millones de euros durante 10 años, la masa monetaria es tan enorme que genera inflación.
Se le puede echar la culpa a la guerra de Ucrania, a la pandemia, al cambio climático, a la malvada condición del carácter de los empresarios, a la OPEP, o Tarzán los monos. Pero hace mucho tiempo que está del todo claro que la inflación se genera por medio del aumento de la masa monetaria. Todo lo demás son factores coyunturales que acompañan al fenómeno monetario subyacente que es donde está el problema. Pueden encontrar una explicación clara y sencilla en el vídeo que recojo aquí.
La culpa de la inflación la tiene el que imprime dinero. Y aunque los tratados exigen el cumplimiento de determinadas políticas nacionales en materia de tipos de interés, y aunque impongan al Banco Central Europeo una determinada política en materia de tipos de interés, orientada a luchar contra la inflación, no a generar productividad, lo que no dicen es que el Banco Central Europeo tenga limitado la capacidad de incrementar la masa monetaria. Por lo que, si se atiende a las causas de toda inflación, resulta que el único culpable de la situación inflacionaria en la que nos encontramos es el Banco Central Europeo, que ha incrementado infaustamente y contra su propia esencia, la masa monetaria para que los estados pudieran seguir pagando a créditos sus políticas socialistas, generando así un fenómeno inflacionario que nadie parará hasta que no se reduzca el volumen de euros en circulación. Eso es todo lo que hay que hacer. Pero es lo que no quieren hacer, porque reducir el volumen de euros en circulación quiere decir acabar con el socialismo, y el socialismo es el que domina, no solo el Banco Central Europeo, sino toda la Unión.