Una cuestión clara para todo el mundo es que la deuda pública se paga con la actividad económica de los operadores económicos, de los súbditos, que, al pagar impuestos permiten que el Estado repague la deuda que asumió para financiar el socialismo.
Es igualmente claro que, si no hay actividad económica, tampoco puede pagarse impuesto alguno y en consecuencia no hay modo de repagar la deuda.
Esto obliga al Estado, que no paga su deuda, a refinanciarla. Es lo que viene sucediendo desde hace ya bastantes años. Un sistema de tontina.
La refinanciación de la deuda funciona mientras el mercado es estable y las expectativas de repago por parte del Estado siguen existiendo, con lo cual los vendedores de dinero compran deuda pública para obtener un interés, aunque sea tan ridículo como el que se viene cobrando durante estos años.
Pero si las guerras u otras circunstancias hacen imposible que haya repago, tampoco habrá recompra de deuda y la deuda pública emitida ya no podrá refinanciarse más.
Pues eso es lo que está pasando. Así que vayan apretándose el cinturón, porque dentro de poco la Unión Europea no podrá refinanciar la deuda que tiene emitida. No sé si va a haber guerra, pero sí se que habrá una quiebra masiva de los Estados (llamada inflación) y pronto nadie sabrá cuánto vale nada, porque el propio dinero no será una referencia para fijar el valor de las cosas.
Recen ustedes para que Dios nos mande líderes a la altura de su corazón, esto es, líderes que no sean socialistas. Porque el socialismo es una estructura de pecado, fundado en la codicia, en coger el dinero del ciudadano productivo para dárselo al ciudadano improductivo (de la hormiga a la cigarra), sin más título que una supuesta justicia social basada en mera ideología, pero que en realidad es justicia inventada porque no da a cada uno lo suyo, sino que se quita a uno para dárselo a otro que no se ha ganado lo que se lleva. Pero vota socialista. Como todo el mundo sabe, las ideologías o justifican todo. Incluso la codicia. Que es pecado. Y necesita un eufemismo. Lo llaman «justicia social».