Según El País de hoy, que publica los resultados de un sondeo que ha encargado a Metroscopia, si hoy se celebraran elecciones generales las ganaría el PSOE. Hay, por tanto, un cambio de tendencia: de dar la mayoría absoluta al PP a dar la mayoría relativa a la inzquierda (30,5 + 11,6 = 42,1) y a la promoción de un Partido, UPyD, que lo único que quiere es romper el sistema. Esto es lo que hay, junto con una participación del 62%, casi nueve puntos menos que en las anteriores generales.
El diagnóstico no es Bárcenas. El diagnóstico es la DECEPCIÓN de los electores.
(i) El Pueblo se ha olvidado de Zapatero. Fue un desastre, pero está olvidado. Siguen pensando que se pude votar al PSOE.
(ii) Rajoy no le va a la zaga. Es casi tan malo y mucho más indeciso. Y además miente: sus promesas electorales no valen nada. Rajoy no tiene palabra. Ha defraudado a la derecha. Es un socialista «light» y no ha cambiado ni la situación en Cataluña ni las leyes del matrimonio homosexual o del aborto aprobadas por Zapatero. No sabe nada de economía y sus asesores conocen muy bien el pasado económico y la teoría de salón, pero no han trabajado nunca en una empresa. Ha pactado con la Banca, pero no con la gente. A esa la manipula.
(iii) La corrupción no importa. Se da por sentada. Son todos iguales. Unos con los EREs y otros con los sobresueldos que daba Bárcenas, todos están igual.
(iv) Pérez Rubalcaba o cualquier otro líder del PSOE tendría un 30% de voto asegurado. Pueden presentar en las listas a quien quieran: el PSOE se lleva como mínimo un 30% del electorado. Las primarias sólo sirven para optimizar.
(v) Hay un 38% (100 – 62 = 38) que «pasa» de ir a votar y un 9% que vota para romper el sistema. El resultado es un 47% de descontentos con la política. El verdadero cambio no es, por tanto, ni PSOE ni PP, sino que los abstencionistas vayan a votar y tomen partido por la opción «rompe el sistema».
Lo siento por el PP. Se creía que podía torear a la derecha gobernando con el estilo de la izquierda y sin hacer reformas. Pero esto no es la gestión de la crisis del «Prestige»: es tomar la iniciativa política. Algo para lo que se necesita ser líder. Algo que Rajoy no es.