En Kenia se suceden los asesinatos de cristianos. Ahora, la excusa para matar a 17 personas y herir gravemente otras 50 en dos atentados distintos, es que han sido las milicias somalíes. La Santa Sede no ha tardado en quejarse. La verdad es que da igual quien haya sido e incluso por qué: la comunidad internacional no tiene por qué soportar genocidios religiosos. Ni siquiera cuando, como parece ser el caso, el islamismo expansionista somalí se excusa revistiendo sus asesinatos proselitistas de respuesta política a una agresión keniata.
Si Somalia no quiere volver al colonialismo, sino seguir en la comunidad internacional, está obligada a reconocer las leyes de la civilización, de las cuales dos son esenciales: la libertad religiosa y el monopolio por el Estado de la violencia. En otro caso, será necesario prescindir de los servicios de la UNPOS (United Nations Political Office for Somalia). Que, por lo que se ve, sólo es un gasto inútil. Si la «UN Peacekeeping Operation in Somalia (UNOSOM)» no funcionó, y el Sr. Mahiga no consigue pararlo, habrá que dar un paso más y buscar algo que sea útil, con la legitimación internacional para el uso de la fuerza de las Naciones Unidas. Pero el mundo no tiene por qué seguir pasivo o atónito frente a los impunes asesinatos de cristianos. Ni de nadie.