El socialismo: disfraz de la codicia. El arte de vivir a costa de los demás.

El socialismo, en sus diversas formas, genera colectivos que viven a costa de los demás. Es muy fácil: los ciudadanos improductivos votan a políticos improductivos que gravan con impuestos y con enormes deudas públicas, a los ciudadanos productivos y a sus empresas. Con el dinero que recaudan dan paguitas, en forma de pensiones y subvenciones, a los votantes improductivos, que son su clientela política y cuyo único trabajo en cuatro años es votar. Todo esto se legaliza por medio del presupuesto y se justifica por medio de la ideología, diciendo que estamos ante «justicia social», cuando en realidad entre lo que estamos es ante un trabuco que, en vez de venir físicamente a tu puerta, viene con forma de inspector de Hacienda. El efecto que se produce es que la gente se llega a creer que no vive a costa de los demás, sino que los ricos, por derecho natural, tienen obligación de repartir. Lo llaman «solidaridad», pero es otra mentira, porque la solidaridad es voluntaria, mientras que ellos, los socialistas, instrumentalizan al que tiene el monopolio de la violencia, el Estado, para que la use con la finalidad de repartir la riqueza. La riqueza ajena, por supuesto. Con una justificación ideológica, que no es sino un disfraz de la codicia y otro ropaje de la envidia, se justifica el robo por medio del presupuesto y se institucionaliza una estructura de pecado y de violencia cuya finalidad es vivir a costa de los demás. «O el impuesto sobre la renta o la revolución». Eso es el socialismo.