Hoy, sábado 5 de diciembre de 2020, en la página 42, como si fuera una cuestión sin importancia, el periódico de la derecha católica española, el ABC, como si tal cosa, da la noticia de que en los Estados Unidos una familia, por segunda vez, ha descongelado embriones crioconservados, donados por otro, para adoptarlos como hijos.
Me gustaría valorar esta noticia porque tiene una fuertísima dimensión moral y porque da la altura de nuestros tiempos en lo que se refiere al respeto a los demás y al derecho a la Vida. Satanás combate a Dios muy intensamente en este ámbito y quiero revelar su presencia. Estamos ante otra forma de derecho satánico. Ante otra estructura de pecado amparada por las leyes.
La noticia parte de la base de que es legítimo tener 27 años congelada a una persona impidiendo su desarrollo. Para que, al cabo del tiempo, si su carcelero lo permite, otra persona le permita desarrollarse y crecer.
No sólo a una, sino a cientos de miles, por todo el mundo, en el que hay GULAGS de frío esparcidos en los que Satanás tiene recluidas a personas inocentes. De tal modo que si durante ese tiempo la persona en estado embrionario muere, nadie tiene culpa moral. Ni el que lo abandonó; ni el que lo encarceló; ni el que le impidió crecer, ni el que lo vio morir de frío. Según el derecho vigente en el mundo occidental, el individuo en estado embrionario es menos persona, porque no se ha desarrollado. Claro que no se ha desarrollado porque alguien se lo ha impedido. Porque ha sido encarcelado en una lata. En la que está congelado, sin culpa alguna, porque alguien lo ha metido allí.
Si no reaccionamos frente a este abuso, si permanecemos callados, estamos dando por bueno que la civilización occidental pueda tener cientos de miles de personas no sólo encarceladas sino congeladas en Gulags más fríos que los de la Rusia soviética, para que al cabo del tiempo, si tienen suerte, alguna otra persona pueda adoptarla y permitir su desarrollo.
Para refrescar su memoria histórica le recuerdo que el GULAG (Главное управление исправительно-трудовых лагерей и колоний, ГУЛАГ) era la rama del NKVD que dirigía el sistema penal soviético de campos de trabajos forzados.
Estamos introduciendo en cárceles de frío a personas que tienen derecho a desarrollarse, porque ya han nacido, porque tienen alma. En vez de permitirles que se desarrollen, los guardamos en un cajón congelado, algo mucho más cruel que una cárcel para niños. Estamos ante un abuso de unas personas sobre otras, ante el desprecio a la vida de los demás, ante una forma de dominación esclava, en la que los más fuertes determinan quiénes pueden desarrollarse y quiénes no, como si fuéramos dioses.
O más bien, como demonios. Satanás no está sólo en el calor del infierno. Debe estar orgulloso de esta estructura de pecado. Es una gravísima ofensa a Dios y una forma de esclavitud y tortura el impedir a otras personas que se desarrollen y vivan.
Como toda estructura de pecado, está llena del doble lenguaje de la Serpiente. Los embriones no se donan. Se abandonan en el frío. No se crioconservan. Se torturan en frío. Quién “donó” los embriones no hizo un acto bueno, sino que metió a sus hijos recién engendrados en una cárcel y tus dejó allí sin que hubieran cometido ningún delito, castigándolos a no ser lo que son, seres humanos, en personas en perfecto y pleno desarrollo, miembros de la sociedad.
Lo único bueno que hay en esta noticia es la generosidad de las personas que han sacado a dos criaturas de la cárcel de frío. Al sacarlas de allí se obra bien con ellas porque se integran en una familia y se les permite desarrollarse. Pero quedan cientos de miles recluidos en cajas heladas a la espera de que algún alma generosa quiera permitirles que se desarrollen.
Lo más llamativo de esta noticia es el acierto moral de llamar “almas viejas” a los embriones recuperados para la vida digna que corresponde a todo hombre. La Iglesia Católica enseña que hay dos creaciones. Una es la creación primera, creación del mundo, que tuvo lugar cuando todo se creó. Pero otra, más importante, es la creación segunda, la que tiene lugar cuando cada una de las almas humanas es objeto de creación. De algún modo es un acto creador continuo, pues es sucesivo en el tiempo. Y es de Dios, no del hombre. Porque el que crea las almas, es Dios. Las almas de los hombres son, cada una, una creación segunda. No están en un almacén del que se puedan sacar. Son objeto de creación cada vez que nace un hombre.
Desde ese punto de vista, es acertado decir que estamos ante “almas viejas”, porque son almas, y no solo almas, también cuerpos, a los que se les ha impedido el desarrollo natural y que tienen casi tanta edad como los que les han adaptado. Llama la atención con cuánta frivolidad el mundo sabe que tiene a personas, que tienen alma, encerradas en el frío, esparcidas por todo el mundo, torturadas en cajas de metal. No es de recibo saber que tienen alma y negarles los derechos de la personalidad.
“Almas viejas”, que han estado sufriendo de modo embrionario durante muchísimo tiempo. Y como tales almas, me pregunto si su desarrollo será normal en el futuro. Porque es cierto que no tenían cerebro, ya que éste no ha podido desarrollarse. Pero había alma y ese alma va influir en el cuerpo que ahora se ha desarrollado.
La congelación es una forma de tortura consentida, una estructura de pecado generalizada en la sociedad occidental, de la cual daremos cuenta estricta a Dios Nuestro Señor, alma por alma, al haber mantenido cárceles para inocentes en situaciones inhumanas de conservación, para gusto de científicos que no creen estar sometidos a las leyes de Dios y que son el quicio del régimen penitenciario más severo conocido, más duro que el padecido por cualquier criminal que haya cometido jamás algún grave delito.
Es completamente necesario acabar con todas las formas de congelación y dar digna salida a todos los embriones congelados. Tenemos obligación moral de impedir congelaciones futuras y de desarrollar a todos los embriones conservados hasta que cada uno de ellos encuentre un padre y una madre que los quiera acoger.
Hay un juicio final. Será personal para los que hayan hecho eso. Hay un juicio final universal, en el que todas las acciones de los hombres serán evaluadas en conjunto. Para ese día yo acuso a quienes han generado, mantenido, financiado, legislado, tecnificado y hasta puesto un tornillo para permitir que esta violación de derechos se haya producido. Y acuso a los mudos que tienen obligación de hablar, por el puesto que ocupan, en el que Dios les ha puesto, contra estas cárceles de frío, y no lo hacen. O tratan con preferencia desmanes infinitamente menores.
Tomás de Aquino señaló con claridad que no se puede privar a nadie del derecho a vivir. Porque corresponde al hombre asemejarse, más aún, incorporarse a Dios por medio de la persona de Jesucristo, con la vida sobrenatural que viene con la gracia y las virtudes:
bonum gratiae unius maius est quam bonum naturae totius universi
Summa Theologiae, I-II, 113, 9, ad secundum.
Privar a las personas, que han sido congeladas para que vivan su vida en estado embrionario, del derecho que todo hombre tiene de incorporarse a la vida de Cristo es un gravísimo pecado del que todo colaboracionista dará cuenta estrecha.
Es, lo repito, una estructura de pecado urdida por Satanás contra la que no caben medias tintas. Lo que no sabe el diablo, la antigua serpiente, es que el bautismo llamado de deseo opera también, por la infinita misericordia de Dios, con estas criaturas. Y nunca lo sabrá, porque se cree muy listo pero las cosas de Dios no le caben en la cabeza.
Les animo a rezar por estas “almas viejas” que son además cuerpos torturados. Ellos hacen algo por usted, aunque usted no lo sepa. Están ahí esperando sus oraciones. Fue el Ungido en persona quien llamó benditos, y por ende santos, a quienes hicieron esto:
«Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.»
Mt. XXV, 35 − 36.
Estoy seguro de que hoy añadiría: estuve congelado e hicisteis por mi lo que pudisteis. Jesucristo está presente en la vida de cada una de esas «almas viejas».
“Entonces los justos le responderán, diciendo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?» Respondiendo el Rey, les dirá: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.»
Mt. XXV, 37 − 40.
Hoy los más pequeños, literalmente, son los que viven en estado embrionario, injustamente encarcelados a pesar de su inocencia. Y mucho cuidado porque el Señor sigue diciendo:
Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer, tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recibisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.» Entonces ellos también responderán, diciendo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o como forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?» El entonces les responderá, diciendo: «En verdad os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a mí lo hicisteis.»
Mt. XXV, 41 – 45.