Uno de los problemas de ser de “centro”, es que uno no sabe dónde está el norte. Así que se pierde uno. Y hay que estarse quieto. Porque vaya a donde vaya, no va a ningún sitio. Vaga, no va. Ese es el problema del Sr. Aznar en materia de familia. Que no tiene norte. El centrismo, una enfermedad profesional del político, le ha invadido. Como todo el mundo sabe, esta patología consiste en que, para ganar elecciones, hay que borrarse de toda ideología, valor declarado, u objetivo político, y convertir en opinión propia el resultado del último sondeo que se publique. Así se mantiene uno en la cresta de la encuesta: el poder del centro. La antítesis del liderazgo. Pero funciona. Como los votos están donde dicen las encuestas, es preferible opinar lo mismo que “Sigma 2”, antes que arriesgarse a tener opinión propia. Porque los electores podrían despedirle a uno. En la sociedad democrática no importa que el político de lista cerrada y aparato de partido no tenga personalidad. Sólo importan la obediencia ciega de los correligionarios, y que el pueblo llano siga creyendo en la marca. El resultado, aplicado a la familia, es que el Sr. Aznar es más “centrista” que Suárez. El PSOE sí tiene un norte en materia de familia: destrozarla. La unión de hecho, el aborto, la permisión social de la homosexualidad (de ambos sexos) y en general todo lo que, aunque sea éticamente aberrante, suene a progresista. El PP de Aznar piensa lo que las encuestas. O sea, nada en particular. Si amplió el concepto de familias numerosas (para conceder ridículas ayudas) fue porque lo exigió Unió. Si ha modificado el IRPF para crear el mínimo familiar, lo ha hecho sin asumir previamente un concepto de familia (pues el mismo régimen puede aplicarse a las uniones de hecho). Si bonifica el impuesto de matriculación, lo hace porque se lo ha pedido la ANFAC. Pero el aborto, que no sólo no está garantizado por la Constitución, sino que es la antítesis del derecho a la vida, sigue ahí, como lo dejó el PSOE. Sobre la homosexualidad, el PP de Aznar no tiene opinión conocida. Y lo que sí se sabe es que consiente o incluso colabora en la promoción de cada una de las leyes regionales sobre uniones de hecho, sin impugnarlas, haciendo una importante dejación de los derechos que al Estado corresponden en materia de legislación civil, y demostrando que en el fondo el Sr. Aznar no tiene una política sobre lo que debe ser la familia.
Otro de los problemas de ser de centro, es que uno pierde el oriente, y por tanto queda “desorientado”. También es el caso del Sr. Aznar, actual líder del PP. El Oriente es la historia de la derecha española, cuya es la tradición política que, en teoría, defiende el PP. También en materias de familia. No recuerdo que Cánovas (un líder) o Maura (otro líder) fueran centristas. Tampoco la historia del PP era centrista. Hasta que llegó el Sr. Aznar, que se tomó muy en serio de la “refundación” de Sevilla, y desde entonces hasta hoy no ha parado hasta dejar al Partido, no ya sin ideología, sino sin tradición. ¿Dónde ha ido a parar lo del “humanismo cristiano”? El Oriente, la luz que a todos ilumina, donde un Partido político de verdad se define, es en su concepto sobre Dios. Palabra, o más bien Persona, sobre la que no he oído ni un verbo a ningún líder del PP, exceptuado el Sr. Fraga, desde hace tiempo. Si el actual “aparato” es tan de centro que se ha olvidado de Dios, sólo porque no hay preguntas sobre Él en las encuestas, no es extraño que el PP no tenga una política clara, y sobre todo eficaz, en materia de familia. Y menos, que el Sr. Aznar sea admirador confeso del Sr. Azaña, aunque no diga, como él, que “España ha dejado de ser católica”.
El gran inconveniente de ser de centro es que uno puede vender por ahí al electorado que “es peor el Far West”. Es verdad que un gobierno del PSOE será peor para la familia. Pero ya está bien de perder influencia política para evitar males mayores. La política del “mal menor” es la que ha acabado con la tradición histórica de la derecha española en materias tan relevantes como la efectiva defensa jurídica de la familia. Hoy, la derecha razonable carece de cauces de presión política porque el aparato del “centrismo” ha invadido el PP, invalidando esfuerzos históricos muy importantes. Habrá que recuperar la representación política suficiente para implantar valores, y evitar que la política consista sólo en repetir los últimos dictados de las encuestas.