Lloren todos por la Argentina

Hoy es un día triste para la Argentina. Ha legalizado el aborto. No le bastaba con la pandemia COVID-19. No le bastaba con su pésima situación financiera. Quería auto-infligirse más daño. Y lo ha hecho.

El daño consiste en que legalizar el aborto supone legalizar el asesinato de una criatura inocente. Hecho por su propia madre, tantas veces escandalizada por médicos y presión social para que cometa tan horrendo pecado.

Ese daño es un daño moral. Tiene gravísimas consecuencias éticas sobre quien aborta, sobre quien lo consiente, sobre quien lo aconseja, sobre quien lo legisla, sobre quien lo industrializa, sobre quien lo promueve, sobre quien participa, sobre quien no se opone. Es un daño eterno que sólo se borra con la misericordia de Dios. Es un grave pecado.

La Argentina ha rechazado a Dios. No ha optado por el aborto. Ha hecho mucho más. Ha introducido en su legislación formas viejas de derecho satánico, en las que el diablo, que existe, toma forma y ata con pecados manifiestos a personas e instituciones para atraer mayores males sobre sus siervos.

Argentina ha comprado males mayores. Manifestantes verdes embozados tras mascarillas de diverso tipo luchan por preservar su vida frente a una pandemia de origen viral pero no se protegen de los males mayores que vendrán como consecuencia inexorable del pecado. Dios existe, le guste o no a los abortistas. El diablo existe y lo verán antes o después todos los que han promovido este escándalo.

Después de la muerte todos seremos juzgados. Y para ese día yo me acojo a la misericordia de Dios. Porque Dios reparte, por medio de la pasión de Jesucristo, su Hijo, la misericordia a todos. Pero eso es hasta el día de la muerte. Después de la muerte ya no habrá remedio. Para nadie, que no se haya arrepentido antes. Dios está en extremo enfadado con este gran desdén que la Argentina le ha demostrado y no dudo de que la Argentina sufrirá males mayores de los que ya padece por haber dado entrada a satanás dentro de su legislación.

Resulta admirable entre los abortistas su presión social. Cuando pierden una votación, programan enseguida otra para ir de derrota en derrota hasta la «victoria» final. Me da envidia, porque los cristianos no tienen ese mismo empeño en revertir estos escándalos y asumen la entrada del pecado del aborto en una sociedad como un mal irreversible.

No es así. El mal es reversible… en esta vida. Primero, en el propio corazón. Por medio de la apuntada misericordia. Y es reversible en la legislación. Por medio de la actuación política. ¿Por qué entonces no se consigue?

Porque los cristianos mezclan la política con el dinero. Porque anteponen el dinero a las reformas en materia de derecho a la vida. Porque se agrupan en Partidos que les garanticen, también a ellos, bienestar, en vez de agruparse en torno a Partidos que primero son cristianos y sólo después Partidos para repartir mejor o peor el dinero. Porque los cristianos no votan a Partidos que pongan el derecho a la vida en el punto 1 de su programa. También ellos quieren vivir bien.

Rezo por la Argentina. Para que se convierta de este su gran pecado de escándalo y para que expulse estas normas satánicas de su legislación. Pero mientras no lo hagan, que se preparen. De los males no salen bienes si no media la conversión.

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