El fin de la familia natural según sus enemigos

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Produce una profunda hilaridad, hasta el punto de romperse uno a la espalda de reír, cuando los que adoran el derecho satánico quieren imponer, a quienes adoramos a Dios, un modelo de familia que no está basado en la creación, ni en la revelación de Jesucristo, sino en las ideas de quienes consideran que el hombre es una forma de animal que salió mal en la evolución y que no tiene un destino eterno.

Dicen que no hay otro mundo, que no hay juicio, que no hay una responsabilidad eterna por los pecados de los hombres, que no hay virtudes que merezcan un premio, que no hay Dios, que no hay creación, y que no hay verdades eternas, sino sólo los demonietes del momento.

La verdad es que se parte uno de reír. Porque esta gente chalada acaba creyendo que pueden derogar las leyes de Dios desde el Boletín Oficial del Estado. O sea que una web oficial, publicada por unos tipos que viven en otro mundo, le va a decir a Dios, que es omnipotente, cuáles son las reglas de la creación, cómo funcionan el bien y el mal, y cuáles son los criterios morales por los que debe juzgarse la realidad, por supuesto al margen de toda posible omnipotencia. Porque los omnipotentes son ellos: los demonietes que adoran el nuevo derecho satánico que nos atenaza.

Estos sujetos le dieron demasiados bocados a la manzana de Eva, que, como todo el mundo sabe, comió pensando que se haría como Dios, conocedora del bien y del mal. Estos dan un paso más y no solamente dicen que conocen que es lo bueno y qué es lo malo, sino que además dicen que son creadores de lo que es bueno y creadores de lo que es malo. Van mucho más allá de conocerlo y bueno y lo malo. Lo crean ellos, porque son ellos los autores de su propio destino, y se lo creen, porque los demonios que les dominan se lo han inoculado en el cerebelo.

Yo dije hace tiempo y sigo diciendo ahora que Satanás está incorporado a la legislación española moderna y que debajo de los nuevos valores se esconden nuevos dioses que no son tales, sino demonios peligrosos, porque se llevan a las almas al infierno, que es eterno, sin remedio alguno, sin posibilidad de rectificación y para siempre. Tendré mucho gusto en que ustedes se rían de mí por pensar así, porque yo me voy a pasar la eternidad riéndome de los que piensen que el infierno no existe. Me acojo a la misericordia de Dios para que tenga la amabilidad, la gentileza, la generosidad, de acoger mi alma cuando me muera, y llevarla al cielo, que también existe. En cuanto al premio, él sabrá.

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