Una de las más recientes y menos resultonas adquisiciones del PP para su Gobierno ha sido el fichaje de Ana Palacio Vallelersundi para cubrir vacante en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Su experiencia en estas materias, tan limitada como la de su predecesor, el Sr. Piqué, queda reducida a su presencia en el Parlamento Europeo (si bien asistió sólo al 52% de las sesiones). Esta Abogada obtuvo su escaño en la cerrada lista del PP, un Partido que es miembro de la “Internacional Demócrata de Centro”, una organización que, hasta que llegó Aznar, se llamaba “Internacional Demócrata-Cristiana”. La mencionada Ministra se descolgó el pasado día 4 de noviembre con esta perla: “la Unión Europea no es un club cristiano, pero sí un club laico”.Esta dogmática frase me ha dado mucho que pensar, y la considero especialmente grave, porque la mencionada Señora es uno de los 12 miembros del “Presidium” de la Convención Constitucional de la Unión Europea. Veo ahí dos problemas. El menor, que la Ministra conciba Europa como un “club”, salvo porque entienda que estamos jugando a algo o que Europa se funda en la exclusión, no en los valores. El problema gordo es que los cristianos estén obligados a convertirse en “demócrata-laicos” por disciplina de Partido. Esto es algo que nos deberían aclarar. Porque si el “club” europeo que están organizando es un club “laico”, y por tanto prescinde de la religión, bien podría ser que hubiera muchos votantes, yo entre ellos, que nunca más les entregasen su papeleta. Cualquier Constitución Europea debe considerar la religión, y más en concreto de la religión cristiana, como uno de los ejes fundamentales de Europa. Se mire por donde se mire, las raíces de Europa, y en concreto de la ampliación que ahora se está haciendo, están, entre otros factores fundamentales, en la unidad que produjo la Iglesia y la religión cristiana. Ni siquiera el laicismo, la “laica” condición que postula la Ministra, puede explicarse sin este factor. Porque el laicismo europeo es un laicismo cristiano, que se define por oposición al cristianismo. En Europa, laico es el que ha dejado de ser cristiano, no el que ha dejado de ser musulmán. La historia de Europa no se entiende sin el cristianismo, y en cambio se entiende perfectamente sin Mahoma. Buena prueba de ello es, precisamente, la resuelta exclusión de Turquía de la UE. Decir que Turquía se queda fuera porque “no es laica” es un ejercicio de auto-engaño colectivo. Todo el mundo sabe que en la Europa que están diseñando los políticos europeos de lista cerrada y bloqueada que nos gobiernan difícilmente cabe un país con mayoría musulmana. Créanme: cualquier Constitución europea que prescinda de Cristo y que meta su culto en un cajón, en vez de unir a los europeos, los dejará indefensos frente a sus enemigos.