Una de las cosas más molestas de la Izquierda política española es que se cree en posesión del derecho a otorgar la “patente de progre”. En España hay mucha gente cuyas actuaciones públicas no son criticables, porque los titulares de la patente pasan a formar parte del intocable “club” de los izquierdosos. Lo malo es que este monopolio cultural, para mantenerse, tiene que silenciar a diario datos fundamentales. Un buen ejemplo puede ser el tratamiento dado por “El País” y por “El Mundo” (y, lo que es peor, por el acomplejado «ABC», otrora un periódico con ideas propias) a la figura de un conocido director de cine, recientemente fallecido. Con todo respeto a su persona, y más ahora que está muerto, las informaciones que se han dado sobra su actuación pública han constituido, para la gente informada, un ejercicio de paciencia. Dice “El País” en letras gordas: “Muere XXX, el gran resistente del cine español” (31.10.02, página 28). Y dice “El Mundo”: “el cine español pierde la lucidez y el compromiso de XXX” (31.10.02, página 46). Por lo que se ve, los apologetas de XXX no han leído sus Memorias. Están publicadas por “Ediciones B” en febrero de 2002 con el título “Y todavía sigue”. Se trata de un libro que se vendió bien en los VIPs -allí lo compré- y de obligada lectura para quien quiera conocer a fondo al famoso XXX. En tan silenciado libro reconoce el propio XXX que, en 1979, cuando en España ya no había censura ninguna, porque teníamos en vigor una Constitución, sus películas no funcionaban, hasta el punto de que “el problema ya era de comer o no comer. Así que fui al Partido y me entrevisté con mi secretario general, Santiago Carrillo. Le expresé mi situación y le pedí ayuda. Santiago reaccionó inmediatamente y me incluyó en la nómina de los ‘liberados’ del Partido. Así que a mis 57 años fui un apparatchik del PCE, cobrando mensualmente lo que cobraba cualquier liberado: el salario mínimo interprofesional, unas 40.000 pesetas” (página 212). Pero más aún: reconoce XXX (página 227) que en 1981, cuando -repito- no había censura ninguna en España, él se sometió a la censura búlgara para rodar “Advertencia”, una película sobre Dimitrov, Secretario General de la Komintern: “cuando la película ya la tuve montada y sonorizada, intervinieron los Comités de Historia de los tres partidos: el búlgaro, el soviético y el de la RDA”. En la despedida de XXX se cubrió su féretro con la bandera del PCE y se cantó, puño en alto, la Internacional. XXX fue alabado hasta por el ABC por no haberse plegado a la censura franquista. Por lo que se ve, en España, aunque hay derecho fundamental a la libertad de expresión, hay obligación, no ya de callar, sino de alabar la actuación partidaria de quienes tienen “patente de progre” otorgada por la Izquierda. No es censura, pero se le parece mucho.